Pnhom Penh es así, una amalgama de olores y sabores, de destartalados apartamentos y de palacetes con reminiscencias coloniales, de un tráfico caótico, y de cables cruzando las calles amontonados de extremo a extremo.
el nombre, pero de ropa y baratijas estaba plagado. Eso sí, los olores penetrante de especias, de carnes, de pescados frescos y descompuestos y de fruta verde, madura y podrida, penetraban en lo más profundo de nuestras fosas nasales.
Alguien tocó mi espalda de improvisto. Al girarme vi a un joven a mi espalda con cara e
xpectante dirigiéndose a mi con un leve acento germano:
- Discúlpeme, pero creo que son los únicos occidentales que se han aventurado por aquí, ¿acaso os molestaría que me uniera a vosotros?
- Sin ningún problema - contestamos como una sola voz nacida del reconocimiento de alguien proveniente de la lejana Europa.
Así conocimos Nick, suizo de nacimiento y ciudadano del mundo en espíritu, que nos estuvo contando durante toda la jornada sus aconteceres durante los últimos tres meses, en los que había estado trabajando para una ONG enseñando inglés a los niños y niñas c
amboyanos.
Caminamos con el por la ribera del Mekong y luego marchamos juntos en nues
tro tuk tuk para cenar algo juntos.
No hay nada que enriquezca más a un viajero que la gente que se cruza en tu camino compartiendo lo que son y lo que sienten, aportándote de forma desinteresada aquello que otros les aportaron a ellos previamente.