domingo, 11 de septiembre de 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

martes, 30 de agosto de 2011

Caminando por el mercado central


Pnhom Penh es así, una amalgama de olores y sabores, de destartalados apartamentos y de palacetes con reminiscencias coloniales, de un tráfico caótico, y de cables cruzando las calles amontonados de extremo a extremo.

Caminábamos más perdidos que dos hijos de puta en el día del padre. Desde luego el mercado central no tenía nada que ver con el mercado ruso, que de soviético no tenía mas que
el nombre, pero de ropa y baratijas estaba plagado. Eso sí, los olores penetrante de especias, de carnes, de pescados frescos y descompuestos y de fruta verde, madura y podrida, penetraban en lo más profundo de nuestras fosas nasales.

Alguien tocó mi espalda de improvisto. Al girarme vi a un joven a mi espalda con cara e
xpectante dirigiéndose a mi con un leve acento germano:

- Discúlpeme, pero creo que son los únicos occidentales que se han aventurado por aquí, ¿acaso os molestaría que me uniera a vosotros?
- Sin ningún problema - contestamos como una sola voz nacida del reconocimiento de alguien proveniente de la lejana Europa.

Así conocimos Nick, suizo de nacimiento y ciudadano del mundo en espíritu, que nos estuvo contando durante toda la jornada sus aconteceres durante los últimos tres meses, en los que había estado trabajando para una ONG enseñando inglés a los niños y niñas c
amboyanos.

Caminamos con el por la ribera del Mekong y luego marchamos juntos en nues
tro tuk tuk para cenar algo juntos.

No hay nada que enriquezca más a un viajero que la gente que se cruza en tu camino compartiendo lo que son y lo que sienten, aportándote de forma desinteresada aquello que otros les aportaron a ellos previamente.

viernes, 26 de agosto de 2011

La llegada


Llegué de noche. El control de aduanas era como el de cualquier otra frontera asiática, siempre tan agradables y simpáticos... cuándo tengas el sello en tu pasaporte mejor cógelo rápido y no preguntes.

Como siempre regateé el precio del taxi hacia el hotel para evitar sorpresas desagradables, aunque por mucho que uno trate de preveer nunca sabe con qué puede encontrarse.

Nos encaminamos por la carrertera principal y enseguida estuvimos rodeados de motocicletas y de tuk-tuks. Cualquiera que haya estado en Asia sabrá que las reglas de preferencia de tráfico son otras: el primero que llega pasa.

Al menos las calles estaban suficientemente iluminadas, y aunque la luz fuera de
masiado ténue y no permitiera apenas ver las caras de conductores y peatones, si nos permitía ver como montañas de despercicios se acumulaban por todas partes. Sin embargo la capital es más segura de lo que la primera impresión podía llevarnos a creer.

Acercándome al hotel, las luces de los pequeños locales donde diferentes jóvenes tomaban un refrigerio se reflejaban en los charcos que el agua de los monzones deja cada tarde.

El taxista frenó suavemente hasta llegar a la entrada, alguien abrió la puerta del coche para dejarnos salir, y alguien cogió mis maletas para llevarlas hacia el interior. La recepción estaba prácticamente a oscuras. Junto a la puerta una hamaca que aún parecía balancearse entre sombras me daba la bienvenida.

Con unos sonidos incomprensibles para mi, uno de los dos jóvenes que acarreaban mis maletas me indicó que lo siguiera hacia mi habitación. Me quedaba claro que no hablaba inglés, y
mucho menos español. Qué diferente era todo a mi patria, que extraño que no me pidieran ni mi documentación, ni una targeta de crédito.

Cerré el pestillo de la puerta y me tumbé sobre la cama. Un número martilleaba mis sienes constantemente: 2 millones, el número de personas que fueron atrozmente ejecutadas por los "jemer rouge". ¿Cómo en nombre de ningún ideal se puede matar a dos millones de personas?

Una tarjeta sobre mi mesilla de noche llevaba impreso en brillantes colores un "Welcome to Cambodia".

jueves, 18 de agosto de 2011

JPelirrojo: Poeta del Siglo XXI

La verdad es que nunca me había interesado demasiado escuchar rap (probablemente porque soy un vago y había que poner demasiada atención a las letras), sin embargo desde hace poco tiempo he descubierto a un vblogger al que voy siguiendo asiduamente y que me ha enseñado, día a día y paso a paso lo que significa ser un poeta en el siglo XXI.

Sus mensajes, basados siempre en experiencias personales, nos llegan a muchos aportándonos un soplo de aire fresco frente a las tendencias conformistas de unos cuantos. Y es que el poeta del siglo XXI "vomitas" lo que lleva dentro en un intenta desesperado de cambiar el mundo. Al igual que el nombre de este blog, este poeta es un inconformista en apuros.



Estoy hablando de Jpelirrojo, un ARTISTA con mayúsculas que ha encontrado en este cybermundo un espacio en el que crecer laboral y personalmente. En internet JP hace de cantante, actor, presentador, y ¡hasta admite sobornos!.

JP despide todo sus videos, e incluso sus e-mails con un "sed felices" que esconde toda una filosofía de vida. Y es que en el fondo se trata de eso, de tratar de ser felices independientemente de lo duras que sean las situaciones. Quedarse con lo bueno, y utilizar lo malo como experiencia para mejorar. Aprender de los errores y rectificar de forma honesta.

En sus composiciones trata de temas tan diversos como las drogas, el suicidio, o sencillamente como nos juzgan por nuestra imágen. Creo que si algo me ha llamado la atención de sus canciones es precisamente el punto de vista desde el que aborda situaciones complejas a nivel personal.

El poeta del siglo XXI es visto a veces como un bicho raro, a veces hasta insultado por aquellos que prefieren no profundizar y quedarse sólo en la superficie. Ignorantes que tratan de destruir aquello que no comprenden, y que no se toman la molestia de mirar desde un punto de vista diferente.

A todos aquellos que me vayáis leyendo por estos lares os recomiendo encarecidamente que os paséis por sus canales a escuchar mensajes de lo más profundo o a echar unas risas con las situaciones más disparatadas.

http://www.youtube.com/user/jpelirrojo
http://www.jpelirrojo.com/


¡Sed felices!